viernes, 29 de octubre de 2010

MH


Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.


La Guerra
se cobró la vida de miles personas dispuestas a morir luchando por el ideal de aquello que consideraban justo. ¿Y cómo no hacerlo? España era un país en el que las leyes a favor del pueblo, la igualdad y la justicia nunca se habían dado. Era un país de pueblo oprimido, un país en el que el populacho no era nada más que mano de obra y recaudador de impuestos a merced del monarca de turno. ¿Cómo no iban a luchar el día que quisieron hacerles retroceder todos los pasos avanzados?
Y la lucha sigue.
Han pasado 74 años y poco tiene que envidiar el régimen republicano al Estado de bienestar que tenemos ahora. Fueron pioneros en construir el mismo, pero hace 74 años y seguimos anclados. Sin avanzar, pero sí retrocediendo, dejando en el olvido la lucha de compañers y entregándonos a los brazos de un sistema capitalista cada vez más capitalista y cada vez menos social.
Pero la lucha sigue.
Ells dieron su vida y nosotrs no pareremos porque nunca, nunca, puedes darte por vencido. Puede que se reproche que la izquierda lucha por una utopía, que lo hace en vano, que jamás cambiará nada, que Europa se encuentra dentro de una oleada de derechización irrevocable, pero yo digo que más crudo lo tenían aquells que se encontraron con la Guerra irrevocable y ¿Se quedaron en casa esperando a ver qué pasaría y quién decidiría su futuro? Lucharon, y lucharon por ser ells mismos quien lo decidieran. Perdieron la batalla, cierto es, pero han pasado 74 años y todavía los 14 de Abril Madrid sale a la calle al grito de VIVA LA REPÚBLICA. Si nosotros y nosotras conseguimos que dentro de otros 74 años eso siga siendo así, entonces no habremos perdido, nunca se perderá mientras haya personas dispuestas a seguir peleando con la injusticia económica y política del día a día.

Por tanto, y después de este discurso algo obsoleto,
¡Que viva la República!,
¡Que viva el Estado socialista!,
¡Que viva el pueblo!




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